los ahijados del dios de la guerra hicieron cualquier cosa menos regalarle el partido al Alianza. Con la pelota en sus pies, se propusieron no comprometer su posesión y buscar el arco de Henry Hernández cada vez que su creatividad se los permitiera.
Ahí hincó el partido en tierra. Un Alianza entregado y dormido, a la espera del yerro marciano, y un Marte que no pudo administrar mejor la papa caliente que tenía en los pies depararon un primer tiempo digno del bostezo. Las llegadas a las porterías –más a la de Henry que a la de Javier Gómez– fueron más intentos aventurados de un remate o un cabezazo que verdades jugadas organizadas.
Alcides Bandera cabeceó a la par del poste y Sosa respondió con un derechazo tímido, Owusu probó con un remate cruzado al que Christopher Ramírez no le pudo meter el puntazo final y hubo un momento en que los jugadores de ambos equipos parecían estar jugando voleibol con cabezazos de un lado para otro sin ninguna intención. Pasó lo lógico: la rechifla de la afición, sobre todo la aliancista, y el intento en vano de la batucada por poner ruido para ocultar los pitos al cuadro albo.