martes, 5 de septiembre de 2017


--Se enfrentaban el FAS y el Atlético Marte, sobre la punta derecha quedaron en un mano a mano Jorge “Mágico” González y Ramón Fagoaga. Los aficionados esperaban ansiosos la “culebrita macheteada”, en tanto Ramón balbuceaba: -“¡sí, sí, sí... me la hacés, te parto!”. Y Jorge sabía que lo decía en serio. Entonces tomó la pelota en sus manos, se la dio a su compañero de habitación en la concentración de la selección y exclamó: -“¡tomá Negro, esto no es una guerra!”.
--Una placa conmemorativa del primer partido que se jugó de noche en el estadio Cuscatlán guarda un error histórico, pues en la alineación ahí escrita tiene a Luis Rivas como defensa central y no a Ramón Fagoaga. La selección se enfrentó esa nocha al Borussia Monchengladbach, perdió 0 a 2 pero la placa ya estaba hecha con anticipación. El partido se jugó el jueves 24 de julio de 1976 pero el domingo 20 Luis Rivas había sufrido fractura de tibia y peroné en un partido jugado en San Miguel entre su equipo Águila y el Atlético Marte. Un error que Ramón no deja de señalar.
--Por entonces era catedrático en el departamento de periodismo de la Universidad de El Salvador, pero no siendo un teórico destacaba como reportero y redactor deportivo en el periódico La Noticia. Ese día fue a la FESFUT en busca de noticias de primera mano y solicitó información a Jeanette Ruiz quien fungía como secretaria. - “¡Mi papá se llama como usted!” expresó la secretaria, :- “el es de San Salvador”, agregó: - “¡También el mío” dijo Julio Ruiz Martínez!: -“Pero mi papá vivió antes en la colonia Luz”, agregó Jeanette. -“También mi papá” replicó. -“Nosotros ahora vivimos en la colonia La Rábida”, dijo Jeanette plena de curiosidad. - “Yo sé que mi papá vive por ahí”, dijo Julio.
Esa noche, habló con su mamá residente en Los Ángeles quien le confirmó su sospecha y reflexionó sobre las sorpresas que da la vida pero no pudo evitar cierto complejo de culpa pues hacía unos días le había aplazado su materia a la hermana de Jeanette que obviamente también era su hermana. Con los meses el destacado periodista llegó como jefe de prensa de la institución donde realizó una gran labor.
--Estabamos recién retirados cuando con Raúl Magaña decidimos incorporarnos al Santanita, equipo de softbol donde encontramos una cofradía de grandes personas, el equipo era manejado por don Napoléon Luna y por Manuel “Pajarito” Quintanilla y brillaban en sus filas estrellas de la pelota suave como el “Ticoco” Anaya, el “Pelón” Brand y el “Gato” Cornejo. Ese día nos enfrentábamos nada menos que al Marte y cuando me tocó mi primer turno al bate me sorprendí pues el lanzador rival estaba muerto de risa. Era William Meléndez a quien el recordado “Tito Burundanga” había bautizado como “Bote de Chile” por su carácter explosivo. Su actitud de momento no concordaba con su fama de mecha corta y sin poder contener la risa se me acercó y me dijo “¡qué estás haciendo aquí, ándate para el Cuscatlán!”
--He conocido aficionados de toda clase, pero Samuelito Ayala rompió todas mis expectativas cuando acompañado de Melissa su esposa, quien se encontraba en estado de gracia me expresó:- “¡mi hijo será marciano desde la cuna!”. Y así fue, las galas fueron azules para Samuelito Jr., pero el colmo fue que en su primera salida, en lugar de llevarlo a la iglesia lo llevó al Cuscatlán para animar a su querido equipo. Y a Melissa no le quedó otra opción.
--Mauro “Tiburón” Granados trabajaba con la compañía que construía los túneles en la carretera Litoral y entre sus compañeros organizó un equipo de fútbol, para ir a jugar contra el Destroyer del Puerto de La Libertad que militaba en la Segunda División. La cancha Chilama que por entonces era un pedrero fue el escenario para un partido, que de amistoso no tuvo nada pues los jugadores se dieron con todo al grado que sobre el final se armó una trifulca donde abundaban los trompones y las patadas. De pronto, Mauro vio que el arquero rival quien era nada más y nada menos que Luis “Catuta” López, cruzaba la cancha en su dirección y se preparó, pero el “Catuta” tenía otros planes. -“¿Verdad que usted no es de aquí?” le preguntó, -“véngase vamos a echarnos una botella y dejemos a estos tontos que se peleén”. Ese fue el inicio de una amistad que duró toda la vida, propiciada por el fútbol y el guaro.
--Era el mes de marzo y la selección nacional tendría un partido de fogueo contra el América de México. La Selecta volaba y el árbitro Joaquin Waldo Polío entró con la consigna de dejarlos jugar. Recién se iniciaba el encuentro cuando el mexicano Enrique Borja sacó un disparo que pegó de martillo, picó adentró del marco y salió. El línea era don Víctor Manuel “Chorizo” Guevara, un hombre incorruptible que corrió directamente al centro dando por válida la anotación. La afición estaba enardecida y Waldo dijo para sus adentro “¡si doy el gol, estos me linchan!”. Entonces tuvo una ocurrencia ingeniosa. Llegó donde su auxiliar y le preguntó: - “¿cree que va a llover hoy?”, don Víctor solamente gesticuló y el bribón del Waldo le dijo al “Pulpo” Fernández: - ”¡saque de ahí!”. Los mexicanos intentaron protestar pero la pelota ya estaba en juego. Don Víctor nunca más le dirigió la palabra a don Waldo.
--Mi hijo Carlos Manuel tiene un parecido enorme con el “Tata” Martino y cuando fuimos a los Estados Unidos a ver partidos de la Copa América advertí que no se ponía los anteojos pues el parecido es mayor. Ese día Argentina enfrentaba a la selección local y cuando dieron las alineaciones y mencionaron al entrenador de la albiceleste, mi yerno Eduardo Baños exclamó: -" ¡acá está, pero se está escondiendo!". Los aficionados lo veían y se ponían a reír, mientras que mi hijo se quitaba los anteojos y la chumpa de Argentina que más lo acusaba. Pero siempre hubo quienes se tomaron fotos con él.
--Todo el tiempo, la selección nacional había ocupado el camerino de la izquierda del estadio Cuscatlán. Y nadie había advertido que los líneas corren del medio hacia el sur. Tuvo que venir Rubén Israel para que se utilizara el del fondo pues es precisamente donde se les puede presionar, de lo contrario están a sus anchas.
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