LA LECCIÓN DEL “ VIEJO JUAN”
Era tan modesto que al incorporarse al Atlético Marte, precedido de laureles poco comunes en nuestro fútbol, ni siquiera mencionaba sus conquistas. Iniciábamos nuestras andaduras en la Liga Mayor con René “Tuca” Gómez, Adonay Castillo, Fredy Rivera, Ernesto Aparicio, Fausto Omar “Bocho” Vásquez, Ricardo Calderón, Carlos Ernesto “Pollo” Méndez, “Chito” Molina, los hermanos Nel y Orlando Escobar y lo asediábamos para que nos platicara de los equipos de su natal Argentina y casi a la fuerza, pero con mucha nostalgia mencionaba a sus excompañeros. Oírlo hablar de aquellos futbolistas tan ilustres que solamente habíamos visto en la revista El Gráfico, provocaba en nosotros una especie de extasis.
Juan Andrés Ríos había militado y conseguido el ascenso con el Ferrocarril Oeste, pero en 1960 lo compró el San Lorenzo de Almagro donde ayudó en grande para el subcampeonato y realizó giras por todo Suramérica y Europa, por cierto que en España disputaron la Copa Carranza con el Barcelona, Zaragoza, Internazionale. Venía en un gran momento y figurones como Antonio Roma, Silvio Marzolini, Vladimir Tarnawski, Humberto Indalecio Cansino, José Francisco Sanfilipo, Héctor Facundo habían sido sus compañeros.
Por esos días, Luis Alonso “Merengue” Castellanos quien era árbitro de lucha libre en la Arena Metropolitana seguía al equipo a todos lados, siempre estaba con nosotros incluso en las concentraciones y hasta se la daba de ser guardaespaldas de don Hernán Carrasco.
Juan decía que le hacía recordar a un pibe seminarista que seguía al San Lorenzo siempre que sus estudios litúrgicos se lo permitieran y que se lamentaba de no tener aptitudes para el fútbol aunque se compensaba viēndolo jugar. Con el “Ciclón” habían regresado de una gira por Europa cuando en 1964, el embajador de El Salvador en Argentina, doctor Armando Peña Quezada le propuso venir a jugar a El Salvador a un equipo llamado Atlético Marte y sin pensarlo tanto se hizo a la aventura.
Inicialmente jugaba como lateral pero se decidió por la zaga central donde se convirtió en todo un suceso al hacer pareja con su paisano Rodolfo Baello; en un receso tuvo un paso triunfal por el Comunicaciones de Guatemala, pero volvió para ser determinante en los títulos ganados por “Los Mustangs Azules” en 1969 y 1970. Aquella pareja de centrales era impasable, por arriba no había quien les ganara con el agregado de que el “Viejo” Ríos tenía una técnica depurada y dominaba de manera exquisita la pelota dentro del área al punto que jugando ante el Juventud Olímpica le hizo un túnel a Hugo Luis Lencina quien nunca se lo perdonó.
Juan Andrés y Rodolfo jugaban de memoria, hacían las postas y los relevos de manera tan coordinada que se imponía jugar por las bandas. ¡No había de otra!. Y en las concentraciones, su paisano y compañero nuestro, Carlitos Chavaño, quien en México había militado en grandes equipos, la hacía de narrador y como si estuviera en el estadio daba la alineación del San Lorenzo de Almagro, de tal manera que cuando llegaba al lateral izquierdo le ponía tanto énfasis que Juan Andrés gozaba con aquellas añoranzas.
Para entonces yo estaba envalentonado, eramos campeones, jugábamos a estadio lleno, con aficionados que llegaban a vernos perder pero que se iban frustrados y me equipaba al lado de cracks que hasta hacía unos años solamente conocía por los diarios y revistas. Ya no me sentía irreverente hacerlo al lado de Mauricio “Pachín” González, Ricardo “Chele” Sepúlveda, Alberto “Pechuga” Villalta, Guillermo “Loro” Castro, Raúl “Araña” Magaña y en una de esas tuve un incidente con el “Viejo” Ríos que me volvió reflexivo, prudente y me hizo poner los pies en la tierra.
Por cuestiones sin importancia me puse a discutir con él y en mi soberbia hasta lo reté a pelear para ver quien tenía la razón. Juan Andrés en un gesto que toda la vida le he agradecido, me dijo que las diferencias no se solucionaban de esa manera, me dio un montón de consejos que hasta me sentí villano y ridículo.
Al día siguiente iba al entreno más temprano que de costumbre, cuando vi que los integrantes del escuadrón de paracaídistas de la Fuerza Aérea hacían sus maniobras, en una esquina estaba un grupo practicando boxeo y se daban con todo. Poco a poco me fui acercando y divisé al “Viejo” Ríos dándole la más grande lección objetiva de boxeo al instructor que era un campeón nacional.
En ese momento se apoderó de mi un sentimiento de admiración y agradecimiento hacia ese hombre singular y hasta me sentí contento de tener mis dientes completos.
Luego me enteré que había sido campeón de boxeo del ejército de su país.
Con el retiro, Juan Andrés se quedó a vivir entre nosotros, trabajó en una institución gubernamental y nos hicimos muy amigos.
Desde hace un tiempo mi querido Juan ha estado aquejado de salud, lo fui a ver y recordamos tantas vivencias, yo le dí las gracias una vez más sobre aquella lección, solamente sonrió y me contó que luego de verlo en tantas fotografías y en la televisión, llegó a la conclusión de que aquel pibe seminarista que seguía al San Lorenzo de Almagro es ahora ni más ni menos que el Papa Francisco.